Con la voz, la reflexión y la sonrisa más adoradas de nuestra música, vive otro hito en su consagración como artista ícono de la cultura argentina. Y asumimos el desafío de seguir conociéndolo. Nos confesamos parte del fandom y preguntamos sobre sus nuevos roles: empresario, papá y varón que aprende en la era feminista.
Me paro en la puerta del camarín y saco una foto al voleo. En la toma quedo reflejada en el espejo y se ven, delante de mí, una silla con una “chaqueta” escocesa negra y blanca. También, sobre la mesa, hay termo y mate, lentes y un celular con una carcasa verde. Sé que solo con ver eso, millones de personas (como me pasaría a mí) reconocerían con quién estoy. Y así me enfrento a la tarea de relatar este encuentro asumiendo que implica dos grandes desafíos.
En lo personal, el de conversar a solas con Abel Pintos. Y agradecerle por ser con su música (al igual que para millones de personas) una de mis estrategias para seguir andando. “¡Gracias por compartirlo!”, me dice con mate en mano y sonrisa profunda.
En lo profesional, el de intentar preguntar y contar algo que aún no conozcamos del artista. Alerta spoiler: las localidades agotadas para los 31 conciertos en el Teatro Opera, que empezaron el 18 de mayo y siguen (al menos) hasta el 8 de julio, hacen presumir que fracasaré en este último propósito.
Tras 26 años cantando y 13 álbumes editados, Abel Pintos es un ícono de la música argentina al que cualquiera en Iberoamérica reconoce. “El que cantó en el casamiento de Messi”, dirá, al menos, la persona más desorientada. Y tarareará “La llave” sin pensar. Porque con talento, trabajo, generosidad, inteligencia, sensibilidad y carisma, Abel, a secas, se ganó un lugar en nuestro inconsciente colectivo.
Los récords que anteceden al actual lo ponen al nivel de sus referentes, artistas a quienes él aún mira con sonrisa de niño admirado en la serie Bios sobre su amada Mercedes Sosa (gesto que me atrevo a comparar con la felicidad que desborda de mi cara en este encuentro). Solo con Charly Garcia comparte el hito de haber ganado tres Premios Gardel de Oro. Y el hilo rojo con las leyendas de nuestra música vuelve a aparecer en la sala que elige como hogar tras la pandemia. “Para que estemos en casa, pero ahora todos juntos”, argumenta sobre sus miércoles a sábados en el Teatro Opera.
“Encaramos esta aventura con confianza y el punto justo de riesgo. Apuntamos a duplicar los tickets de octubre de 2021 pero en una Argentina con una dinámica económica y social que rara vez provoca seguridad”, comenta. Lo lograron.
Por eso estimo que, si multiplicamos exponencialmente entradas de estos recitales, serán pocas las personas que no sepan que Abel Pintos se casó en septiembre de 2021 con Mora Calabrese o que en octubre de 2020 nació Agustín, el hijo de ambos, hermano menor de Guillermina, la hija que ella tuvo en un matrimonio previo y a quien él adoptó como propia, tanto en los hechos como en los dichos y en la piel. La mayoría sabrá que armaron casa en Resistencia (Chaco) para estar cerca de la familia de ella. También que es un detallista, apasionado del “mundo de las ideas”, que juega al golf, lee mucho y escribe algo, estudia sin prisa pero sin pausa para terminar el secundario y sueña cursar la carrera de Psicología. Sería una obviedad decir que acaba de cumplir 38, que es hincha de Racing y que hace música con su hermano Ariel.
Nada es nuevo para las millones de personas que llenaron un Estadio Ciudad de La Plata, dos estadios de River y doce Movistar Arena. Mucho menos para quienes “del campo a la ciudad” se sienten protagonistas de las consecutivas noches de las giras de festivales porque lo siguen “sin mirar atrás”.
Tampoco a nadie que lo haya visto en concierto (presencial o “a la distancia”) le sorprenderían sus lágrimas o el disfrute que emana cuando baila “Camina”, el tema que hizo hit & feat sumando a Los Palmeras. Cualquiera que haya escuchado sus deseos en cada fin de fiesta entendería su “gran interés por el Jesús histórico”.

Pero no me rindo. Me atrevo a soñar con que les diviertan en @elleargentina las curiosidades sobre su guardarropa. “Creí que nunca iba a pasar, pero estoy muy cerca de usar una musculosa de red”, se ríe. “Antes de hacerme un tatuaje me pregunto qué siento. No me preocupa que, más adelante, ese significado vaya a cambiar o que carezca de sentido. ¿El próximo? Los nombres de mis hermanos y algunos símbolos que representan a mi madre y a mi padre.”
Con ese impulso decido preguntar aquello que, como parte de esa masa que le conoce los gestos y las muletillas, aún me provoca intriga. Y hacer foco en esta nueva etapa de su historia, la que se plasma en su último disco El amor en mi vida, en su paternidad y en Plan Divino, la productora artística que fundó con dos socios.
“Nos propusimos instalar conceptos, como el de residencia, para estos conciertos en el Opera”, cuenta. “La idea es llevarlo alrededor del país. Por ejemplo, en el Teatro Tronador (NdR. donde ya tiene un ciclo de conciertos en venta ahí para enero 2023).
“Trabajamos también en la remodelación y en la programación de ese auditorio. Viajo mucho a Mar del Plata a ver qué está pasando en la sala y mucha gente no lo sabe”, agrega.
Y así me da pie para seguir, ilusionada con lograr conocerlo un poco más.
¿YA TE CONSIDERÁS UN EMPRESARIO?
ABEL PINTOS: Siempre estuve cerca de las producciones. Estoy acostumbrado a que lo que hago tenga un origen artesanal. Me gusta estar con el diseñador viendo las letritas de la portada del disco. Sentí que había llegado el momento de que eso no fuera de rebote y empecé a desarrollarme como empresario del espectáculo. Los prototipos los experimento en mi música, pero con la idea de trasladarlos a otras carreras. Me da mucha ilusión.
¿QUÉ VIRTUDES Y FALENCIAS TENÉS COMO LÍDER?
ABEL PINTOS: Le planteo al equipo que nuestro compromiso tiene que partir de un sentimiento y no de una atadura. Un artista, aunque trabaje con Sony Music, nunca deja de ser independiente. En las libertades radican las elecciones. Y confío en eso. Como productor, me pongo como horizonte trabajar bien para que quieras seguir conmigo más allá de que un contrato te obligue. Lo siento como una virtud. Después, me falta casi todo. Me sobran ideas y voluntad de trabajo, pero aún no tengo las experiencias.
UNA EXPERIENCIA NUEVA ES LA INCORPORACION DE MUJERES EN TU BANDA.
ABEL PINTOS: En ningún momento lo busqué en términos de género, porque pienso en cantantes como instrumentos. También en Plan Divino casi el 50% son mujeres. Se fue dando. La llegada de Mery Granados y Antonella Giunta fue natural a El amor en mi vida. Así como escribí las canciones con otros autores y hubo varios productores, me pareció necesario que muchas voces me ayudaran a cantar. A raíz de eso surgió la labor que hacen ellas como cantantes (no como coristas) en el disco. Después, las invité a que me acompañaran. Nos divertimos. Son mis cosas las que estamos cantando y también se han convertido en sus cosas. Es una relación hermosa.
¿POR QUÉ FUE NECESARIA ESA COMPAÑIA PARA EL AMOR EN MI VIDA?
ABEL PINTOS: Porque el motivo y el origen de esas canciones también había sido un trabajo compartido. El disco fue resultado de un ejercicio emocional hecho con mi familia en el que me ayudaron a hablar de muchas cosas internas.

YO YA ESTUVE AQUI
SIEMPRE LLAMASTE “FAMILIA” A TU PÚBLICO. AHORA TENÉS LA PROPIA. ¿CÓMO FUE ESE ENSAMBLE?
ABEL PINTOS: Siento que la familia que formé con Mora, Guillermina (14) y Agustín (20 meses) viene a resaltar el carácter de familia que tiene el público que me sigue desde hace tantos años. Tus parientes esperan que puedas vivir tus etapas y verte pleno. Y con el público funciona así. También pensaban: “Abel en algún momento tiene que vivir tal cosa”. Yo decía que no iba a abrir mi intimidad hasta que no sintiera que tenía algo que deseaba compartir. El público siempre estuvo atento a eso. Cuando sucedió, entendieron y compartieron esa felicidad. Nos lo hacen sentir.
TUVISTE UNA INFANCIA CON UN PAPÁ QUE VIAJABA POR TRABAJO. ¿QUÉ IMPLICA ESA MEMORIA EN TU PATERNIDAD?
ABEL PINTOS: Pienso mucho en eso. En ese análisis encontré el punto de diferencia entre la distancia y la ausencia. Lo que me ocupa es que mis hijos no sientan ausencia. Gracias a ellos también he aprendido a discernir el concepto de calidad del tiempo. Cuando estoy en casa, compartimos calidad en lugar de cantidad. Incluso me interesa que mis hijos aprendan a relacionarse con la distancia.