Abuelo, abuela: esto es lo que debés dejar de decirles a tus nietos

  • Cinco frases comunes que quedaron “fuera de época” y por qué deben ser desterradas.

Comentarios involuntarios, frases al pasar o indicaciones concretas para actuar de una determinada forma o dejar de hacer algo. Abuelos y abuelas pueden influir en sus nietos y nietas y hacerlos sentir incómodos o inseguros con indicaciones “fuera de época” o sugerencias en las que no han reflexionado en sus posibles consecuencias. Hacerlos guardar “un pequeño secreto”, por ejemplo, puede sembrar las bases de una práctica poco saludable o incluso peligrosa.

Sofía Lewicki es psicóloga perinatal y especialista en crianza. En su libro Tan mal sí salimos. Cómo dejar de educar para empezar a criar (Planeta) hace un recorrido histórico donde rastrea la voz de los niños y niñas, “los que no hablan”, y revisa cómo los adultos deben hacerse cargo de sus propias vivencias, y heridas, para cambiar las prácticas de crianza.

Consultada por Clarín sobre este tema, advierte una diferencia sustancial entre dos “formas de abuelidad”: “No es lo mismo cuidar a los nietos algún día en la semana un par de horas, que convertirse en cuidadores principales, por ejemplo, una abuela que forma parte activa en la cotidianeidad del niño, lo cuida varios días a la semana, lo baña, le da de comer… Forma parte de la crianza”.

Es en este escenario donde se dan la mayoría de los problemas entre mamá, papá y abuelas y abuelos: “Los principales conflictos tienen que ver con los límites, la alimentación y las pantallas. Y en estos desacuerdos (muchas veces no conversados en profundidad) aparecen las mentiras y secretos, teniendo como cómplices a niños y abuelos”.

La idea de la permisividad total asociada a los abuelos es algo que aún está muy vigente. Foto: ilustración Shutterstock.La idea de la permisividad total asociada a los abuelos es algo que aún está muy vigente. Foto: ilustración Shutterstock.

“En la casa de los abuelos, todo está permitido”

Quizás sea dejarlos ver más dibujitos o permitir que coman más golosinas de lo habitual, pero la idea de la permisividad total asociada a los abuelos es algo que aún está muy vigente.

Sofía explica que esto se basa en una creencia muy arraigada de una “abuelidad romántica”, en la que se interpreta que en la casa de los abuelos “todo está permitido”, y por consiguiente, esto significa que los límites que ponen la mamá y el papá se borran, desaparecen: “La famosa creencia que dice que ‘los abuelos estamos para malcriar, son los padres quienes deben poner límites’ hace mucho daño, sobre todo cuando los abuelos forman parte activa de la crianza, ya que genera un desequilibrio a nivel familiar y vincular, y una gran confusión en el niño”.

“No estamos diciendo que los abuelos tienen que hacer las cosas exactamente de la misma forma que los padres, ya que cada uno tendrá su estilo". Foto: ilustración Shutterstock.“No estamos diciendo que los abuelos tienen que hacer las cosas exactamente de la misma forma que los padres, ya que cada uno tendrá su estilo”. Foto: ilustración Shutterstock.

Eso sí, para evitar malinterpretaciones, la psicóloga aclara: “No estamos diciendo que los abuelos tienen que hacer las cosas exactamente de la misma forma que los padres, ya que cada uno tendrá su estilo. Pero los límites y los valores principales deben respetarse para generar coherencia por parte de los adultos, y armonía y seguridad en los niños”.

“Es nuestro pequeño secreto”

Dejar que se acuesten más tarde de lo habitual o exponerlos a algún contenido televisivo que sus padres expresamente no quieren que los chicos vean… Y advertir “es nuestro pequeño secreto”, “no tenés que contárselo a mamá y papá” o “que no se enteren”. Animar a los nietos (y a cualquier niño) a ocultar cualquier tipo de información a sus padres resulta perjudicial.

“Este tipo de secretos es sumamente nocivo para el niño por varias razones: principalmente, naturalizar los secretos entre adultos y niños puede ser un factor de riesgo para su seguridad o bienestar, frente a cualquier tipo de abuso, tanto físico como emocional”, dice Sofía (@soymamaypsicologa) a Clarín.

“Puede parecer exagerado, pero si los cuidadores principales fomentan los secretos, los niños aprenden que esto es natural; y esto puede llevar a que los niños sean expuestos a encubrir cualquier tipo de conducta abusiva por parte de los adultos, generando ansiedad, estrés y sentimientos de culpa. Los niños no tienen que estar preocupados por sostener un secreto que ha fomentado un adulto”.

¿Enseñar a mentir?

La otra cara de los secretos que son cotidianos -como el “vamos a decir que viste poquita tele, aunque hayas estado toda la tarde” o “por esta vez diremos que comiste un solo caramelo, aunque te hayas comido 10”- es que, aunque sean “mentiras piadosas”, representa una mentira, ni chica ni grande, una mentira al fin.

La psicóloga indica que no es recomendable “enseñarles a mentir”. Foto: ilustración Shutterstock.La psicóloga indica que no es recomendable “enseñarles a mentir”. Foto: ilustración Shutterstock.

Por lo tanto, la psicóloga indica que no es recomendable “enseñarles a mentir”, ya que “así como aprende a mentir en cosas que parecen sin importancia, pueden aprender a hacerlo en situaciones que interfieran en su salud psíquica y mental”.

Y Sofía resalta sobre los secretos: “Por más que lo ideal y lo más sano sea no fomentarlos, lo cierto es que es una práctica muy extendida e instaurada. Por eso es muy importante que los cuidadores principales trabajen con los niños (desde que son bebés) en sostener un vínculo de confianza, libre de amenazas y castigos, basado en el respeto por sí mismo y por el otro, por su cuerpo y por su ser todo. Fomentar un vínculo de diálogo y confianza con nuestros hijos es uno de los mejores regalos que les y nos podemos hacer”.

“Si me das un beso, te doy un caramelo”

Esta es otra práctica basada en lo que se conoce como “premios y castigos”, en lo que para que el niño o niña haga algo que el adulto quiere, se le da algo a cambio. El mensaje que se transmite en ese caso es que el niño siempre tiene que hacer caso a lo que le digan y, sobre todo, que no puede decidir sobre su propio cuerpo.

Por eso, cuando los chicos se niegan, por ejemplo, a saludar con un beso, se recomienda no obligarlos, ya que se trata de su intimidad. Respetarlos, respetar sus decisiones y no ponerles etiquetas (de si son o no cariñosos, por ejemplo) los ayudará en su crecimiento.

“Tu mamá no quiere”

La otra frase típica que suelen repetir los abuelos es un argumento rápido para sostener una decisión: “Tu mamá (o papá) no quiere”: no quiere que veas tele, que comas galletitas, que te acuestes tarde. “A veces se repite de manera automática, pero es muy importante poder hacernos cargo de esos límites, aunque no hayamos sido nosotros quienes los decidimos, pues tiene que ver con el bienestar integral del niño”, dice la psicóloga a Clarín.

Y subraya: “Esto no quiere decir que siempre haya que cumplir todo a rajatabla y que la abuelidad se convierta en un manual de lo que se puede y no hacer: lo más importante es mantener la armonía de ese niño o niña y los acuerdos que ambas partes (abuelos y mapadres) hayan generado, y que cuando algo no salga de la manera acordada, eso no sea un ‘secreto’ o una ‘mentira’. Por ejemplo, si una abuela está muy cansada ese día y necesita usar más el recurso de la tecnología, debe poder hablarlo con los mapadres”.

“Debemos entender que muchos de estos choques no tienen que ver con un ensañamiento o maldad, sino con diferencias generacionales, y también con el lugar de los niños en la sociedad”.

Acuerdos para convivir mejor

Así como Lewicki mencionaba que hay dos maneras de ejercer la abuelidad, dice que hay dos tipos de mapadres: aquellos que son conscientes de lo que implica la tarea de cuidar niños, y los que delegan el cuidado y la responsabilidad en los abuelos y no les importa qué sucede en esas horas o prefieren “no meterse”; no sólo por lo que pase con el niño, sino porque tampoco se preocupan por lo que pase con esos abuelos: ¿están a gusto cuidando tantas horas a esos nietos? ¿Están cansados? ¿Hay alguna tarea que se les dificulta?

Para evitar esto, la psicóloga resalta la importancia de la comunicación: “Generar acuerdos entre lo que nosotros esperamos y lo que los abuelos pueden y quieren. También es importante que los abuelos puedan hablar y manifestar sus necesidades: ‘estoy muy cansada’, ‘hoy me gustaría hacer otro plan’, ‘la verdad es que no sé como ponerle un límite, necesito que me ayudes’. Es decir, poner sobre la mesa cuáles son las dificultades”.

Sofía Lewicki es psicóloga perinatal, especialista en crianza y autora de Tan mal sí salimos. Cómo dejar de educar para empezar a criar (Planeta). Foto: German Garcia Adrasti.Sofía Lewicki es psicóloga perinatal, especialista en crianza y autora de Tan mal sí salimos. Cómo dejar de educar para empezar a criar (Planeta). Foto: German Garcia Adrasti.

Además, señala: “Muchos padres tampoco se atreven a manifestar sus descontentos sobre lo que no les gusta porque sienten que los abuelos ‘les hacen un favor’ y que eso habilita a que esté ‘todo permitido’. Por esto es clave que el cuidado de los nietos sea voluntario, basado en acuerdos, teniendo en cuenta las expectativas de cada parte y el bienestar del niño como instancia mayor”.

4 pautas para mejorar la comunicación entre padres y abuelos

En este marco, hay varios mitos que habría que correr del medio, como creer que los abuelos sólo están para malcriar, o que deben participar sólo esporádicamente en la crianza de sus nietos y sólo los padres deben poner límites. O que los abuelos deben ser cómplices de sus nietos, o que siempre deben estar disponibles para cuidarlos.

Para evitar caer en mitos y mantener los vínculos familiares sanos y claro, Sofía Lewicki comparte cuatro pautas para mejorar la comunicación entre mapadres y abuelos y abuelas:

  • Comunicación directa. Siempre mantener canales de comunicación abierta y directa con los abuelos. A veces no alcanza un mensaje de WhatsApp, es necesario volver al diálogo. Vivimos tan apurados que no tenemos unos segundos para conversar sobre cómo se está sintiendo, cómo está el niño durante la jornada, etc.
  • Trabajar desde la colaboración, por el bienestar del niño. Buscar soluciones colaborativas y consensuadas. Salirnos del guión de “porque mamá o papá lo dicen” para encarnar el límite que es sano para el niño, no porque es lo más fácil para una de las partes.
  • Muchas veces se requiere participación de un tercero si las partes no pueden ponerse de acuerdo. Algunas sesiones de terapia familiar pueden ayudar a generar acuerdos.
  • Mirar al niño. Salirse de los egos, tanto abuelos (porque muchas veces cuestionan por qué los padres eligieron una crianza diferente a la de ellos, como si fuera un ataque a ellos) y mapadres (que sienten que cuando los abuelos critican sienten que están fallando en su ejercicio como mapadres). Lo importante es pensar en la salud física, psíquica, emocional y social de ese niño. El eje de los acuerdos tienen que estar pensados en función de esto, y no desde lo que cada uno quiere hacer con el niño.

Y finalmente, la psicóloga rescata el valor de las diferencias: “Por ejemplo, si en casa dejamos que los niños salten arriba del sillón y en la casa de los abuelos eso no está permitido, entonces es importante explicar que en cada lugar que vamos hay reglas y pautas de convivencia. Las diferencias no son malas, son la oportunidad que tenemos para enriquecer el vínculo con los abuelos, aprehender otras formas de ver el mundo, y que nuestro niño también aprenda que los abuelos son distintos a nosotros”.

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